miércoles, 29 de agosto de 2012

La fuerza de la imagen


“La fotografía, como medio de gran alcance de la expresión y de comunicaciones, ofrece una variedad infinita de opiniones, de interpretaciones y de ejecuciones”.
Ansel Adams 

La descripción clásica de la fotografía nos dice que es el arte y la técnica para obtener imágenes duraderas debidas a la acción de la luz. La fotografía como arte ha ido evolucionando con el paso del tiempo y, por consiguiente, se ha ido construyendo un lenguaje artístico en relación a ésta.

A lo largo de mi quehacer profesional como interiorista he podido ponderar la importancia y la utilidad de las imágenes fotográficas; la forma de ver y apreciar otros espacios es a través de ellas. Gracias a este recurso podemos conocer cualquier parte del mundo sin tener que desplazarnos, nos ayudan a mostrar nuestras ideas y conceptos a los clientes y recopilar el trabajo realizado.


En algunos casos las fotografías nos atrapan y nos hacen desear estar en ese lugar, en otras ocasiones nos permiten analizar el sitio y el diseño, a veces la imagen no refleja con exactitud el espacio y lo hace ver de una manera poco atractiva, pero lo que es una constante es: “la fuerza de la imagen”.

En el mundo en que vivimos estamos rodeados de imágenes provenientes de distintos medios impresos y digitales, y es sorprendente la cantidad de imágenes diferentes que podemos ver en unos segundos. Tenemos que aprender a digerir tanta información, y usar y retener las imágenes que nos ayudan a inspirarnos.

Fotografía especializada

Dentro del campo de la fotografía hay muchas especialidades; la que nos interesa en esta ocasión es la fotografía de interiorismo, que es distinta a la de arquitectura, a la de paisaje, a la de moda, etcétera. En la fotografía de interiores el espacio se aborda desde una perspectiva específica, intervienen distintos componentes y se procura reflejar lo mejor de cada espacio.

Cuando se diseña un lugar se piensa en todo el espacio teniendo en consideración las distintas vistas y la distribución en función de las dimensiones y el uso vivencial, mientras que al tomar una fotografía del sitio se analiza la composición a través de la lente de la cámara para reflejar la propuesta que, en este caso, quedará plasmada en un  espacio estático que permite apreciarse únicamente desde un ángulo. En algunos casos nos podemos desilusionar después de haber visto una imagen y conocer el sitio pues no lo percibimos igual —la luz probablemente no sea la misma y se vea distinto—, en otros casos nos podemos sorprender y descubrir que un sitio es mejor que en una imagen vista previamente.

Desde luego que una fotografía bien realizada y con buena iluminación, en donde se resalta el color, se aprecia la textura y se percibe el ambiente, ayuda a ver y conocer el proyecto; inclusive en algunos casos logra “engañar” y promete un mejor resultado.

Retoque fotográfico
La utilización del retoque fotográfico cada día es más frecuente; es un recurso que ayuda a mejorar la calidad de una imagen consiguiendo un resultado notablemente superior con respecto a la imagen original.

La tecnología actual permite un sinfín de posibilidades para transformar la realidad en algo mucho mejor. Considero que como herramienta es un arma interesante para hacer lucir más un espacio, pero no podemos olvidar que, aunque se tenga la mejor cámara y todas las posibilidades técnicas para transformar una imagen, un proyecto de interiorismo bien realizado es indispensable para disfrutar un espacio real.

Elementos imprescindibles para lograr una buen imagen

Cuando hablamos de fotografías de interiores, lo primero que necesitamos para hacer una buena imagen es tener un buen espacio; lo ideal es retratarlo con luz natural, siempre considerando el brillo y el contraste para poder obtener un equilibrio en la iluminación y en el balance de colores. La apertura, que es el ajuste del diafragma de la lente, nos permite controlar la cantidad de luz. Hay que situarse en un buen ángulo y tratar de obtener el mejor enfoque: se tiene que conseguir que los colores en la imagen parezcan lo más naturales posibles, que no estén sobresaturados o que no se sientan planos.

Para lograr una bella foto considero que tienes que estar en el instante preciso, con la luz adecuada y buscar un ángulo interesante. Reconozco el trabajo de todo fotógrafo especialista que conoce los controles de una cámara, que sabe cómo obtener una exposición correcta, que selecciona el ajuste de velocidad de disparo exacto, que tiene experiencia con el balance de blancos y de colores, que entiende a la perfección la longitud focal; en resumidas cuentas, que conoce el arte de capturar imágenes.

Es por esto que yo, para guardar mi portafolio profesional, contrato a uno de los mejores fotógrafos de interiores que hay en nuestro país: Héctor Velasco Facio. Me resulta interesante estar en una sesión fotográfica con él y analizar todos los factores que influyen para lograr una buena toma. Siempre, de estas experiencias, se aprenden cosas nuevas y se aprecia estar trabajando junto a un experto.


Pasión por las imágenes

Pienso que a toda la gente le atraen las imágenes bellas, y es apasionante poder disfrutar las fotografías que innumerables personas comparten  desinteresadamente en las redes sociales. Al tener la capacidad de apreciar y disfrutar tantas imágenes nos hacemos más creativos y se nos ofrece la oportunidad de ser personas más completas, siempre y cuando tengamos la ocasión de distinguir lo verdaderamente valioso y no perdamos el tiempo viendo cosas que no nos sirven.

La experiencia de ver el trabajo de otros es fascinante; apreciar imágenes bellas nos permite gozar y deleitarnos de la belleza del mundo, nos traslada con la imaginación a nuestro sitio ideal, accedemos a mundos nuevos y fascinantes, nos permite soñar despiertos…
 

sábado, 18 de agosto de 2012

Un pedazo de Europa en California


Un magnate de los medios de comunicación; una actriz de Hollywood; la primera mujer graduada en arquitectura de la École nationale supérieure des Beaux-Arts de París; Orson Welles; el Ciudadano Kane; paisajes idílicos; un castillo lleno de historia, arte y poder “enterrado”…

Todo esto se conjuga en el Catillo Hearst –o Cuesta Encantada como William Randolph Hearst y Julia Morgan lo solían llamar–, muy cercano a la mitad geográfica entre las ciudades de Los Ángeles y San Francisco en California.

En el año de 1865, cuando William Randolph Hearst tenía dos años de edad, su padre George Hearst –uno de los mineros de oro, plata y cobre más ricos de los Estados Unidos–, compró unos terrenos, cerca de la bahía de San Simeon, que abarcaban un área de 16,000 hectáreas que, con las subsiguientes adquisiciones, llegarían a ser más de 100,000 hectáreas. William de niño y su familia acostumbraban acampar en las colinas más altas de esas tierras; estas felices memorias de infancia lo llevaron a iniciar en 1919, bajo la dirección de la arquitecta Julia Morgan, y por un período de 28 años, los trabajos para levantar un sitio más “cómodo” para descansar, lo que terminó siendo un castillo con 165 cuartos, 51 hectáreas de jardines, terrazas, albercas y tres grandes cabañas.

Los antecedentes que le permitieron a William Randolph Hearst desarrollar este proyecto, además de la enorme herencia que recibió como hijo único, fue el imperio de los medios que consolidó a través de 28 periódicos de circulación nacional, empresas editoriales, emisoras radiofónicas, revistas y la producción de 120 películas; su influencia en la opinión pública lo llevó a ser dos veces elegido, por los demócratas, miembro de la Cámara de Representantes, aunque nunca logró ganar la alcaldía ni la gubernatura de Nueva York. William se casó en primeras nupcias con Millicent Veronica Willson, con quien procreó cinco hijos y después se separó para vivir hasta su muerte, en 1951, con la exitosa actriz Marion Davies, quien fue una ejemplar y elegante anfitriona que le imprimió su sello a las fiestas de dimensiones “Reales” que se organizaban en la Cuesta Encantada. Seis años después de la muerte de William Randolph Hearst, y por deseo de él mismo, la familia y la Corporación Hearst donaron toda la propiedad al Departamento de Parques del Estado de California.
 
Julia Morgan (1872-1957) fue la primera mujer en graduarse de los estudios de ingeniería de la Universidad de California, y la primera, en el mundo, en obtener el diploma de la École des Beaux-Arts, considerada en esos tiempos como la escuela más importante de arquitectura en Francia. Sus proyectos incluyeron hoteles, iglesias, escuelas, hospitales y un gran número de residencias; más de 700 obras en California, pero el Castillo Hearst, su gran pasión, fue la obra que la inmortalizó.


El trabajo de Morgan en el Castillo Hearst se comprende como si ella hubiera querido mostrar, a la manera de los efectos hollywoodenses, cómo se vería California si hubiera quedado bajo la dominación española. Este escenario era idóneo para hospedar un sinnúmero de personajes de la política estadounidense e internacional, escritores, atletas y, sobre todo, para las célebres recepciones con la crema y nata de las estrellas del cine. Personajes desde Churchill hasta Chaplin fueron frecuentes huéspedes de este suntuoso castillo.
Las dimensiones del castillo, los jardines, y la cantidad de detalles y obras de arte son de tal magnitud que las visitas al castillo son organizadas en tres tours separados: en el primero se inspeccionan las salas principales del castillo, en el segundo las recamaras –dormitorios y biblioteca– de los niveles superiores y, en el último, las cabañas, la cocina y la cava. Para acceder a todo este complejo se debe abordar un pequeño autobús al pie de la colina que alberga al castillo; por medio de un texto grabado y música de Vivaldi se va introduciendo al visitante al ambiente, como si uno viajara en el tiempo, hasta que, después de aproximadamente diez minutos se llega a la cima para enfrentarse con la fachada, claramente inspirada en las catedrales moriscas y barrocas españolas.

Los muebles, los accesorios y las obras de arte son los originales que adquirió Hearst y han sido mantenidos, prácticamente en su totalidad, en los lugares donde él y Morgan decidieron colocarlos.

Las tres cabañas o casas de campo, erigidas a pocos metros del castillo, se caracterizan por una exquisita elegancia y riqueza arquitectónica renacentista italiana y morisca, rodeadas de una exuberante variedad de flores y arbustos, y están nombradas de acuerdo a las vistas que ofrecen: Casa del Monte, Casa del Sol y Casa del Mar.

Existen dos albercas, una abierta y otra techada. La primera, la Alberca de Neptuno, está rematada con un pequeño templo que se sostiene con columnas romanas que datan de los siglos I al IV; y la Alberca Romana, de enormes proporciones, cuyos muros y techos están decorados con mosaicos al estilo romano, coloca al observador en un ambiente del cual se esperaría encontrar, en cualquier instante, a Nerón en persona.

La propiedad del Castillo Hearst llegó a poseer el zoológico privado más grande de los Estados Unidos, con animales tan exóticos como osos polares, elefantes y gorilas. Para el año de 1937 Hearst se vio forzado a donar gran parte de este zoológico, pues su mantenimiento era excesivamente alto y su fortuna, como la de muchos grandes millonarios de la época, se encontraba seriamente mermada.

Entre las obras de arte que más llaman la atención, tanto en los interiores como los exteriores de castillo, se encuentran un sarcófago romano del siglo III, una escultura de Venus de Antonio Cánova, tapetes belgas del siglo XVI, cofres españoles del XV y lámparas originales de Tiffany.
La trasmisión radiofónica de La guerra de los mundos le abrió las puertas al actor, director, guionista y productor Orson Welles para la realización de una de las películas más reconocidas de la historia de la cinematografía: Ciudadano Kane (1941). En esta película Welles representa, bajo el nombre de Charles Foster Kane, al controvertido William Randolph Hearst, a quien lo encarna en un personaje cuyos rectos sueños de juventud –ofrecer un servicio comunitario y veraz a través de los medios informativos–, son rendidos a los pies del poder, el dinero y la frivolidad. Hearst intentó de muchas maneras que esta película no llegara al público y fuera mal recibida por la crítica: desde la prohibición de cualquier alusión a esta película en todos sus medios informativos hasta ofertas de dinero a los productores; logró parcialmente estos objetivos, pero sólo en un principio, pues con los años esta película llegaría a adquirir un lugar predominante en el mundo del séptimo arte.

Un castillo construido en el segundo cuarto del siglo XX en la costa oeste de los Estados Unidos, con ejemplos de arquitectura morisca y barroca de España, esculturas de la Grecia clásica, pinturas del renacimiento italiano y albercas de la antigua Roma, podrían hacernos pensar en una mezcolanza del mal gusto con los excesos del poder y el dinero. Sin embargo, la visión y pasión artística de Hearst, al lado del meticuloso cuidado por el diseño, el balance y los detalles de Morgan, hacen de esta propiedad un pequeño y hermoso paraíso europeo en este lado del mundo. 

Con esta colaboración, la última de tres dedicadas a obras arquitectónicas y de diseño de California, termino mi peregrinaje por el Estado de las naranjas, el vino y la tecnología, para abordar, nuevamente, las bellezas que llenan la hermosa Ciudad de México y todo nuestro país.

¡Hasta la próxima!

lunes, 13 de agosto de 2012

De Young



Hay ocasiones en que la naturaleza, el arte y la belleza se fusionan de tal manera que se dificulta distinguir cuáles son los límites o alcances de cada uno; este es el caso del Museo de Young en el Golden Gate Park de la ciudad de San Francisco, California.
El Golden Gate Park, ubicado en la zona este de San Francisco, abarca un área de 411 hectáreas (para darnos una idea, la suma de las tres secciones del Bosque de Chapultepec comprenden 678 hectáreas), y su creación comenzó en el año de 1870 en una zona que todavía no era parte de la ciudad. Gracias al carácter y determinación de John McLaren, un diseñador de paisaje que, a partir de 1887, estuvo a cargo del desarrollo y mantenimiento del parque por 50 años, llegó a su madurez como centro neurálgico de recreación pública de esta hermosa ciudad. Con el temblor de 1906 que devastó San Francisco, el parque acobijó en casas de campaña a aproximadamente 200,000 ciudadanos que habían perdido sus hogares; en el mismo parque, mientras se reconstruía la ciudad, se improvisaron escuelas, organizadas por McLaren, para que los niños no perdieran la oportunidad de seguir asistiendo a clases. 

En el Golden Gate Park se encuentran, además de las amplias zonas arboladas (en ocasiones boscosas) propias de cualquier parque de grandes dimensiones, diversos jardines temáticos –como el jardín de rosas, otro de magnolias, el jardín Shakespeare donde se muestran muchas de las plantas mencionadas en sus obras, el famoso jardín del Té Japonés y, entre muchos otros, un enorme jardín botánico–, un invernadero construido en 1893, más de diez lagos, un campo de golf, campo de béisbol, canchas de basquetbol, establos, canchas de tenis y futbol, un estadio de atletismo, una concha acústica para conciertos y dos importantes museos: la Academia de Ciencias de California y el de Young Museum, tema central de la presente colaboración. Las actividades que se llevan a cabo en este parque comprenden desde arquería, clases de cerámica y dibujo o pintura, regatas de yates a escala, hasta lugares que se pueden rentar para celebrar una boda.  

Los antecedentes del actual de Young Museum se remontan al Edificio de Bellas Artes erigido en el Golden Gate Park con ocasión de la California Midwinter International Exposition en 1894. Los esfuerzos de Michael H. de Young, cofundador del periódico San Francisco Chronicle, para crecer y desarrollar este museo hicieron que, en su honor, se le nombrara, a partir de los años veinte del siglo pasado, como M. H. de Young Memorial Museum. A lo largo de los años sobrellevó numerosas transformaciones arquitectónicas, ya sea por razones de ampliación o por el desgaste de los materiales de construcción hasta que, por los daños estructurales sufridos en el temblor de 1989, se comenzó a estudiar una propuesta nueva de museo; de tal manera que hasta 1999 se contó, por fin, con un nuevo plan. El antiguo museo fue cerrado en diciembre del 2000 y el nuevo museo, encomendado a la firma Herzog & de Meuron, fue abierto en octubre de 2005. 
La firma Herzog & de Meuron fue fundada por los arquitectos suizos Jacques Herzog y Pierre de Meuron en 1978, quienes fueron acreedores al premio Pritzker en el 2001 y se caracterizan por la creación de relaciones espaciales originales por medio de la utilización de materiales innovadores. Entre sus obras destacan el Museo Tate de Londres y el inolvidable Estadio Nacional de Beijing (“Nido de pájaro”), destinado a los juegos olímpicos de 2008; ¡cómo no recordar esas olimpiadas con el Nido de pájaro!


El museo de Young, cubierto de cobre oxidado, embona como un elemento más del exuberante paisaje boscoso que lo rodea pero, al mismo tiempo, se levanta como un gigante monumento arquitectónico de excepcional dinamismo, innovación y belleza. Consta de tres pisos: el piso subterráneo destinado a exhibiciones especiales, un auditorio, un media room, y la planta baja de la tienda del museo que abarca hasta el siguiente piso y contiene excelentes colecciones de libros de arte. El segundo piso contiene otro auditorio; un exitoso café (siempre lleno); la entrada principal que muestra una obra titulada Drawn stone del británico Andy Goldsworthy –promotor de un movimiento artístico llamado earthworks, caracterizado por relacionar inseparablemente el paisaje con la obra de arte–, que está inspirada en la topografía dinámica de California; y el lobby, compuesto de generosos espacios y rematado por un mural en blanco y negro de Gerhard Richeter –considerado el artista plástico vivo cuyas obras han alcanzado los costos más altos a nivel mundial–, que representa la estructura atómica de un compuesto químico llamado Strontium titanate; y salas con exposiciones permanentes del arte nativo de Norteamérica, arte de todo el continente americano y arte del siglo XX. En el tercer piso se encuentran salas destinadas a África, Nueva Guinea, Oceanía, textiles y arte del siglo XX norteamericano.  

Todo este edificio está coronado, en su esquina noreste, de una dramática torre de caras triangulares y 43 metros de altura que ofrece, desde su observatorio en el nivel nueve, hermosas vistas panorámicas de la bahía de San Francisco.

Evidentemente, como en todo buen museo, las exposiciones temporales juegan un importante papel. En la actualidad se encuentran tres exhibiciones: una de fotografías de la colección de Trevor Traina (un importante empresario de la tecnología de San Francisco); la segunda está compuesta de obras de la Polinesia central y la tercera, que es la más visitada, es la titulada The Fashion World of Jean Paul Gaultier: From the Sidewalk to the Catwalk.

El controvertido diseñador de modas Jean Paul Gaultier, considerado como el enfant terrible de la alta moda parisina, y que ha vestido a personajes como Madonna y Marilyn Manson, muestra en esta nutrida exposición trabajos que comprenden desde los años setenta hasta el 2010. De especial interés en esta muestra es la utilización de maniquíes que son animados por medio de proyectores que reflejan en sus caras movimientos sincronizados de sus ojos y la boca con el texto que “hablan” por lo que, a momentos, parece que uno está frente a una persona de verdad.

Entre varios programas especiales, este museo ofrece el Artist Fellows, el cual consiste en que invitan, por un período de un año, a algún artista multidisciplinario para que comparta sus ideas, muestre sus trabajos en progreso y, finalmente, exponga sus obras realizadas durante ese tiempo en el Museo u otras sedes relacionadas. Otro de los programas más sobresalientes es el llamado Friday Nights at the de Young, donde artistas, curadores, académicos y educadores, junto con los invitados especiales –todos jóvenes entusiastas del arte– se reúnen para una noche de pintura, música en vivo, danza, películas, mesas de discusión, conferencias y tours especiales de las exhibiciones: un art happening, ¡o antro cultural!

Caminar en un parque y, más aún, en un bosque, es siempre agradable. Pero caminar por un bosque cuyos senderos te llevan a un diseño de paisaje que rodea una extraordinaria propuesta arquitectónica, cuyos interiores están repletos de un excelente trabajo museográfico con obras de gran valor artístico, hace preguntar al visitante: ¿dónde terminó la naturaleza, donde comenzó el arte, podemos separar por completo estas expresiones auténticas de la belleza? Si quieres vivir la experiencia de esta confusión estética, y tienes la oportunidad de hacerlo algún día, no dejes de visitar el Museo de Young en San Francisco.

¡Hasta la próxima!


lunes, 6 de agosto de 2012

El Getty Center

“Es extremadamente difícil, y a veces imposible, interesar a la gente en obras de arte al menos que las puedan ver y sepan algo acerca de ellas.”
J. Paul Getty
Catedral de Nuestra Señora de Los Ángeles

En la ciudad de Los Ángeles, California, y sus alrededores, se pueden encontrar mucho más cosas que Disneyland, Hollywood y shopping. ¡También hay propuestas culturales de nivel internacional!

Walt Disney Concert Hall by Arturoramos
Por ejemplo, en el ámbito de la arquitectura se pueden descubrir, entre otras obras de gran valor, la Catedral de Nuestra Señora de Los Ángeles, abierta en el 2002 y diseñada por el arquitecto español Rafael Moneo (Premio Pritzker de Arquitectura 1996). El diseño de esta catedral se separó completamente de la estética tradicional de las misiones californianas, que influenciaron fuertemente la arquitectura religiosa de la zona, para ofrecer una obra postmodernista de dimensiones espectaculares, muy acorde a las necesidades y tiempos actuales de la Iglesia.

Otro ejemplo de gran valor arquitectónico es el Walt Disney Concert Hall, una extraordinaria obra de Frank Gehry (Premio Pritzker de Arquitectura 1989), estrenado en el 2003; es sede de la Filarmónica de Los Ángeles, una de las orquestas más importantes de Norteamérica, que actualmente trabaja bajo la batuta del joven y energético director venezolano Gustavo Dudamel. Toda una experiencia arquitectónica-musical.
Como último ejemplo está el tema que nos ocupa en esta ocasión: el Getty Center. El empresario perolero J. Paul Getty, quien fue considerado por la revista “Fortune”, en 1957, como el americano más rico de esa época, fue un entusiasta coleccionista de arte y antigüedades, y fundó un fideicomiso del cuál surgieron los fondos para crear y mantener el Getty Center.  

El arquitecto elegido para proyectar este centro cultural fue Richard Meyer (Premio Pritzker de Arquitectura 1984), de quien hablamos en la colaboración de hace cuatro semanas y, hasta el 26 de agosto, se está presentando una retrospectiva de su trabajo en el Museo Carrillo Gil, al sur de la Ciudad de México. El Getty Center, fundado en el año de 1997, con la utilización de materiales clásicos –como el mármol travertino– y bajo el modernismo arquitectónico de Meyer ofrece una propuesta museográfica de calidad y funcionalidad como pocas en el mundo.

Para acceder al Getty Center, ubicado en un enorme predio de poco más de 300 hectáreas, primeramente hay que estacionarse en un edificio de siete pisos subterráneos –toma tus precauciones si vas en sábado, pues me tomó alrededor de media hora encontrar un lugar–; desde ahí, para llegar al centro cultural, se accede por un tranvía que sube una empinada colina que lleva a la cima donde se encuentran los museos y edificios que componen este complejo cultural.


Los edificios principales del Getty Center comprenden cinco pabellones de exposiciones –algunos interconectados entre ellos–, un instituto de investigación y un instituto de conservación; además de cafeterías, un restaurante de alta cocina, y grandes áreas de jardines y plazas con excelentes propuestas de arquitectura de paisaje; todo los elementos arquitectónicos están relacionados por medio de cuadros y líneas que logran espacios con una muy afortunada relación orgánica entre ellos.

En las exposiciones permanentes se pueden apreciar, por mencionar sólo unas cuantas, obras pictóricas de anónimos italianos del siglo XIII y de Fra Angelico; del flamenco Rogier van der Weyden; de los españoles Goya y un hermoso San Francisco de Murillo; obras maestras de Rembrandt, tales como El rapto de Europa, Hombre viejo en traje militar, y Daniel y Ciro ante el ídolo Bel; un impresionante Cristo en la Cruz de El Greco;  obras de las distintas épocas del impresionismo –pre, apogeo y post-impresionismo– de Corot, Degas, Monet, Cézanne y van Gogh; del romántico inglés Turner, y del simbolista noruego Munch.

Buena parte de las exposiciones permanentes son dedicadas a las artes decorativas, además de importantes espacios destinados a la fotografía, escultura y los manuscritos; todas las obras acompañadas siempre de una muy clara y completa ficha técnica.

Las exposiciones temporales juegan un papel fundamental en el Getty Center. En la actualidad se encuentra una exposición temporal del fotógrafo californiano Herb Ritts, conocido por sus contrastes de blanco y negro y sus retratos al estilo de esculturas griegas. Otra exposición temporal es la titulada The Life of Art, la cual presenta cuatro objetos –una fuente de plata para mesa, un candelabro, una silla y un tazón– cuyas “vidas” o historias pueden ser exploradas por medio de presentaciones interactivas: por qué y para qué fueron creadas, cómo fueron creadas, quiénes han sido sus dueños anteriores, etcétera; una muestra especialmente didáctica.
Otra de las exposición temporales –entre las diez exposiciones temporales actualmente presentadas en el Getty Center– es la titulada Gustav Klimpt: The Magic of Line; una muestra de dibujos provenientes, en su mayoría, del Museo Albertina de Viena. Esta exposición cobra especial importancia puesto que Klimpt –figura seminal del modernismo internacional–, a través del dibujo que practicaba a diario, desarrolló sus temas trascendentales del sufrimiento humano, anhelo de amor y felicidad, y los ciclos de la vida desde el nacimiento hasta la muerte. Para comprender en profundidad a Klimpt es imprescindible conocer sus dibujos.

Los jardines son, en sí mismos, un tema completo en el Getty Center. Desde que se llega al centro cultural uno se encuentra con un jardín que, además de funcionar como una galería abierta de esculturas, provee de un “techo verde” al estacionamiento –ayudando a reducir el calor de la superficie y de todo el edificio subterráneo–. Una vez arriba en el complejo cultural, en el jardín central creado por Robert Irwin –conocido por sus instalaciones artísticas–, se disfruta de un combinación poco convencional de colores y texturas, donde las rocas fueron colocadas alrededor de un arroyo para crear “esculturas de sonido”. En la parte baja del jardín central, frente a una pared por la cual baja una cascada, se encuentra un laberinto de azaleas rodeado de dos esculturas metálicas coronadas con buganvilias, formando un espacio que entrelaza la tranquilidad con una acentuada contemporaneidad. El promontorio sur de todo el centro está rematado con un jardín de cactáceas que recuerda el estado pre-urbano de la ciudad de Los Ángeles.

Las actividades en familia son consideradas muy importantes para este centro cultural. A diario se organizan una gran variedad de actividades, entre las que sobresalen: exploraciones en familia a los espacios del centro, juegos de “detectives de arte” y aparatos multimedia para que los más pequeños recorran las exposiciones, paquetes que incluyen menú de niños con visitas a las exposiciones, y paseos con explicaciones de los jardines.

Por si todo lo anterior no fuera suficiente, la música no está ausente en este centro cultural. En el patio central del Getty Center se organizan frecuentemente conciertos. El sábado que estuve presente, a las 18:00 horas, se presentó Nick Waterhouse, un clásico del R&B (Rhythm and blues) de los años sesenta. El ambiente que se creó alrededor del concierto fue en verdad peculiar y muy agradable: la gente se congregaba sentada en el piso, sobre manteles de cuadritos, con sus carnes frías y quesos, sus copas y, por supuesto, sabrosos “caldos” tintos y blancos californianos.
En fin, visitar el Getty Center de Los Ángeles es una verdadera experiencia artística integral que bien vale la pena dedicarle, por lo menos, un día entero. Además, ¡su entrada es gratuita todo el año! Toma nota: los lunes se cierra.

En este lugar confirmo mi teoría de que un espacio bien diseñado te ayuda a disfrutar el tiempo transcurrido en él. Es muy interesante observar como la gente que visita el Getty Center, además de recorrer las distintas exposiciones, se sienta en sus plazas, explanadas y jardines, simplemente a gozar del momento.

¡Hasta la próxima!