martes, 2 de octubre de 2012

Un nuevo Berlín



Cuando pensamos en la ciudad de Berlín inmediatamente nos capturan la mente imágenes que ensombrecen las historia de la humanidad: la primera y segunda guerras mundiales, el nazismo, el muro de la vergüenza… Sin embargo, en la actualidad, Berlín es una ciudad que enarbola lo más sublime de la cultura universal, la diversidad humana, la tolerancia y promoción de la paz, la modernidad tecnológica y, de manera muy particular, la vanguardia arquitectónica.   

Me trajo a la ciudad de Berlín el lanzamiento de la línea Axor Starck Organic de la marca de mezcladoras alemanas hansgrohe; pioneros en su ámbito y modelo de calidad internacional e innovación en sus productos. En esta ocasión abordaré el contexto que rodeó este evento: la ciudad de Berlín y, en la siguiente colaboración, desarrollaré el tema de la premier mundial de la nueva colección diseñada por Philippe Starck de Axor.

Con la segunda guerra mundial aproximadamente dos terceras partes del centro de Berlín fueron completamente destruidas. Tras la caída del muro el 9 de noviembre de 1989, y con la reunificación de Alemania en 1990, comenzó una profunda reconstrucción y renovación de su infraestructura que colocaría a esta ciudad en el centro de la innovación y progreso arquitectónico del mundo; el Reichstag (Parlamento) simboliza, de manera muy sobresaliente, este resurgimiento.

El Reichstag fue diseñado por el arquitecto alemán Paul Wallot y, con muchos trabajos —sobre todo por la construcción de su cúpula original—, fue terminado en 1894. 
La segunda guerra lo dejó en estado lamentable y en 1954, por peligrar la estructura, la cúpula fue derrumbada. Fue hasta 1993 que la renovación comenzó; el proyecto, abierto a concurso, fue encomendado al arquitecto británico Sir Norman Foster (Premio Pritzker de Arquitectura 1999). Sin embargo, la famosa cúpula no estaba en el plan original de Foster, idea que surgió, por presiones políticas y no sin falta de gran debate y acusaciones de plagio entre arquitectos, hasta 1995.

En el año de 1999 la cúpula de cristal transparente, transitable por cualquier persona que lo desee, y con todas sus bondades de sustentabilidad ecológica, fue inaugurada. Es importante señalar que la cúpula resalta la idea de que el “pueblo” está colocado arriba de sus legisladores e, inclusive, por la transparencia de los espacios, puede “supervisar” que el parlamento cumpla con su tarea de servir a su país; un excelente acierto de arquitectura parlamentaria.

El Museo de los Judíos, creación del arquitecto polaco-americano Daniel Libeskind y terminado en 1998, ofrece una retrospectiva de 2000 años de historia de los judíos en Berlín. Este moderno museo tiene como fachada principal un edificio barroco de 1735 que se conecta por un espacio subterráneo al edificio nuevo del museo, el cual representa una estrella de David que ha sido desdoblada de tal manera que sus múltiples esquinas, espacios sin salidas y muros abruptamente cortados, hacen recordar la historia interrumpida y compleja de los judíos en esta ciudad. Toda esta forma extremadamente angular y errática, junto con la narrativa museográfica de los judíos a través de numerosos destierros, segregación y del holocausto mismo, logran crear en el visitante una sensación de inestabilidad y malestar que convierten a este museo en un medio arquitectónico de conciencia humana. Este edificio se extiende, al mismo tiempo, como un rayo de luz que reclama, a su ciudad y al mundo, conocer la historia para nunca repetir el pasado.

El Sony Center, royectado por Helmut Jahn es sede, desde su apertura en el 2000, de las oficinas centrales en Europa de ese imperio japonés de la electrónica. Los edificios de cristal que componen este Centro acogen oficinas y viviendas que confluyen en una plaza central rodeada de tiendas, restaurantes y cines, y está cubierta por una enorme estructura en forma de carpa piramidal sostenida por estructuras metálicas de impresionante ingeniería tecnológica. Al pararse al centro de esta plaza uno no puede evitar preguntarse si esa vista será el paisaje urbano común en las ciudades del futuro.
Al realizar un paseo por el río Spree, el afluente principal de Berlín, uno tiene la sensación de estar navegando por un museo de arquitectura a escala real; se bordea una insuperable variedad de propuestas arquitectónicas que incluyen desde la Iglesia de San Nicolás, cuyos primeros indicios se remontan al año 1230 —el edificio más antiguo de la ciudad—, hasta el edificio Marie-Elisabeth-Lüders del año 2003 y la Estación Principal de 2006.

El edificio Marie-Elisabeth-Lüders —biblioteca, archivos y servicios científicos del gobierno—, del arquitecto Stephan Braunfels, está compuesto de dos masivas secciones divididas por el río Spree que se conectan por medio de un moderno puente elevado. La Estación Central, o Hauptbanhof, es la terminal de ferrocarriles más importante de Berlín. Su cuerpo principal, compuesta de una enorme estructura semicilíndrica, interrumpida por dos grandes cuerpos rectangulares, y todo cubierto por metal y cristal, provocan en el espectador la sensación de estar frente a una estación espacial digna de una película de ciencia ficción.
Diseñado por Peter Eisenman, como un recuerdo del pasado y advertencia del futuro, se erigió en el 2005, en un área de casi dos hectáreas —muy cercano al bunker del Tercer Reich—, el Memorial del Holocausto. Consta de 2,711 losas o estelas rectangulares de color gris con una base de 2.38 por 0.95 metros, y con alturas diversas que van desde los 20 centímetros hasta los 4.8 metros —los visitantes pueden caminar entre estas losas—. Todos los memoriales que se pudieran construir, todas las disculpas que se pudieran ofrecer, todas las restituciones materiales que se pudieran procurar, no deben permitir que este vergonzoso capítulo de la intolerancia humana sea olvidado. De alguna manera, difícil de describir, este Memorial subraya la necesidad de esta evocación histórica.


La belleza de su avenida principal Unter den Linden, el inigualable jardín central Tiergarten,  sus extraordinarios museos, la exquisita y cosmopolita variedad culinaria de sus restaurantes de alta cocina, la Universidad von Humbolt —en cuyas aulas han sido educados y enseñado 29 Premios Nobel, entre ellos Albert Einstein—, y el inigualable mosaico de propuestas arquitectónicas del barroco, el neoclasicismo, la Bauhaus y, muy especialmente, de la vanguardia internacional, convierten a la ciudad de Berlín en una excelente muestra de lo que el trabajo continuo y arduo, el cuidado de los detalles, y la pasión por alcanzar los sueños más preciados, son capaces de lograr para reinventarse, como ave fénix, después de las más grandes adversidades.

¡Hasta la próxima!

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