viernes, 25 de enero de 2013

Templo de Santo Domingo de Oaxaca

Por Mariangel Coghlan

La arquitectura proveniente del viejo continente en combinación con las manos de los constructores y artesanos mexicanos durante le época virreinal tuvo como resultado, entre muchos otros, la construcción de maravillosos templos de una calidad y características únicas en el mundo; de entre todas las obras de este periodo sobresale como el rey de los conventos, por su majestuosidad y belleza, Santo Domingo de Guzmán de Oaxaca.

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Para llegar a este templo desde la plaza central de la ciudad de Oaxaca se recorre, por poco menos de medio kilómetro, la calle de Macedonio Alcalá (en memoria del compositor del vals “Dios nunca muere”), conocida simplemente como “el corredor”. Esta hermosa avenida, cerrada a la circulación de automóviles, está rodeada de acogedores cafecitos y restaurantes de comida típica donde se ofrecen chapulines, tlayudas, tamales, quesillo, moles diversos, mezcal, y toda la deliciosa variedad de la comida local. Igualmente, a lo largo de este recorrido se pueden encontrar una enorme variedad de tiendas con alebrijes, alfarería de barro negro, textiles multicolores, huipiles y vestidos de tehuana, entre muchos otros artículos propios del estado; y, por si esto no fuera suficiente, en el mismo tramo de Macedonio Alcalá se encuentran un importante número de galerías donde uno puede apreciar o, si te alcanza, comprar cuadros de Francisco Toledo, Rodolfo Morales y, en ocasiones, hasta de Rufino Tamayo.

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Al final de este inigualable paseo que te introduce a la cultura, tradición, magia e imaginación del hermoso estado de Oaxaca se encuentra la plaza que habita el Convento de Santo Domingo. Esta plaza, adornada por múltiples agaves, es comúnmente utilizada como escenario de diversas expresiones folklóricas y populares de los pueblos indígenas de la zona.

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Todo comenzó entre 1528 y 1529, cuando los primeros frailes predicadores de la Orden de Santo Domingo —fundada en 1216 por Santo Domingo de Guzmán— arribaron a estas tierras mixtecas y zapotecas. Estos misioneros, que tenían como encomienda la evangelización de esta zona del mundo, aprendieron los idiomas locales y se preocuparon afanosamente por conservar el espíritu y las tradiciones de estas comunidades, y mantuvieron la identidad étnica de los pueblos de Oaxaca. Fue en 1575 cuando se iniciaron las obras del templo de Santo Domingo tomando como ejemplo de planta arquitectónica el convento de San Esteban en Salamanca, España. Los frailes lo habitaron, sin estar terminada la obra, en 1608, puesto que su antigua morada, el templo de San Pablo, había sido derruido por los terremotos que azotaron Oaxaca a principios del siglo XVII, y las obras principales fueron terminadas hasta 1629. 
 
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El 11 de agosto de 1859, como resultado de las leyes promovidas por Benito Juárez (Ley de Nacionalización de los Bienes Eclesiásticos de 1859, entre otras), los frailes dominicos fueron expulsados de su propio templo, el culto religioso fue suspendido por el Gobierno Federal, la nave principal fue utilizado como bodega por el ejercito mexicano, los retablos fueron destruidos, y el espacio en general fue maltratado para sustraer el oro de todos los objetos posibles y la madera de las bancas fue utilizado para leña, hasta que nuevamente pasó a manos de la Iglesia en 1902, bajo el mandato del presidente Porfirio Díaz. En 1976 se realizó la última restauración del templo y del exconvento y, en 1979, el papa Juan Pablo II visitó el recinto y celebró una Misa donde encomendó especialmente a los enfermos.  

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La fachada, de formas renacentistas y sutiles manifestaciones del barroco, cumple con la tradición eclesiástica de mirar hacia el poniente, y está dividida en tres cuerpos horizontales y un remate. Los tres cuerpos, o secciones de la fachada, están enmarcadas por dos columnas adosadas (adheridas al muro) de cada lado. La parte central del segundo cuerpo enmarca a Santo Domingo de Guzmán y a San Hipólito Mártir —Patrono de la Provincia de Oaxaca—, quienes sostienen en sus hombros a la iglesia coronada por el Espíritu Santo. El remate de la fachada presenta a las tres virtudes teologales: la Caridad en el centro y, a sus lados, la Fe y la Esperanza.

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Los dos campanarios que enmarcan toda la fachada llaman la atención por su poca altura respecto al cuerpo principal; las razones de esta relativamente baja altura pueden ser las de servir de contrafuertes que proporcionan mayor solidez a la construcción, sobre todo considerando que se trata de una zona telúrica de alto riesgo arquitectónico. Al lado izquierdo de esta monumental fachada se encuentra el acceso al exconvento que actualmente recibe el nombre de Museo Regional de Oaxaca y que, por lo extenso de sus tesoros y dimensiones, sería tema de muchas colaboraciones más. Por lo pronto, nos adentramos a la nave principal del templo.

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Una vez que se cruza la puerta principal —enmarcada en un arco de medio punto (media circunferencia)—, lo primero que capta toda la atención es la riquísima bóveda que sostiene el coro y comprende el árbol genealógico de la familia de Santo Domingo: el colorido y las formas creadas con estuco (mezcla de yeso y polvo de mármol) de este espacio acusan la marcada influencia de los artesanos indígenas locales.  

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El interior está dispuesto de una sola nave, con forma de cruz latina, y rodeada de 10 capillas laterales intercomunicadas. La enorme bóveda mayor, ricamente decorada con círculos, óvalos y medallones con innumerables personajes bíblicos, presenta un intrincada red de entrelazos dorados que ofrecen la expresión del barroco más excelso que se puede encontrar en México. La Capilla del Rosario, al lado derecho de la nave principal, y construida hasta principios del siglo XVIII, se familiariza en belleza con la Capilla del Rosario de Puebla.  
 

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En el patio trasero, originalmente la huerta, se encuentra en la actualidad el Jardín Botánico de Oaxaca, el cual presenta una variedad muy amplia de especies vegetales de la zona. El acceso a este jardín es por la parte trasera de todo el conjunto dominico.

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La estética de todo el conjunto es realmente hermosa, el tratamiento de los espacios interiores y los materiales utilizados nos ayudan a disfrutar de cada espacio creado. Recorriendo este maravilloso lugar se aprende verdaderamente de diseño, es un paseo que no se deben perder.

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Al aproximarse la noche, cuando la luz del sol está a punto de ocultarse y acaricia la fachada principal del templo, de color castaño claro con acentos verdes, el espectáculo visual no es mas que de una tranquilidad cromática y volumétrica que, por momentos, desde la perspectiva del andador Macedonio Alcalá, uno se siente transportado a las complejidades de un mundo barroco donde lo arquitectónico y religioso se conjugan profundamente para crear una joya que deslumbra sobre cualquier otra obra material de la Nueva España e, inclusive, del viejo mundo.

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¡Hasta la próxima!

2 comentarios:

  1. ¡Magnífico artículo! tanto en contenido histórico como fotográfico, muchas felicidades Mariangel.

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  2. Felicidades muy buen reportaje . Gerardo Baltazar

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Gracias por tus comentarios