jueves, 13 de diciembre de 2012

Oscar Niemeyer (1907-2012)


“Al final, lo que importa no son los años de vida, sino la vida de los años.”
Abraham Lincoln

El arquitecto brasileño Oscar Niemeyer no sólo tuvo una muy larga vida —104 años—; vivió profundamente cada uno de esos años. 

Oscar Niemeyer

Es difícil imaginar que se pueda crear en cuatro años, de la nada, una ciudad con el propósito de albergar el poder político de la nación más grande de América Latina. Para esto se requiere de alguien con gran poder económico y social, alguien que distribuye el contenido y alguien que diseña el contendido: un político, un urbanista y un arquitecto; Juscelino Kubitschek, Lúcio Costa y Oscar Niemeyer. El resultado: Brasilia, la capital federal de Brasil.

Brasilia

Inspirados por la Carta de Atenas (1933), fruto del IV Congreso Internacional de Arquitectura Moderna, donde se defiende la necesidad de una separación funcional de los lugares de residencia, esparcimiento y trabajo, cuestionando la configuración y densidad de las ciudades tradicionales, en el año de 1956 se inició, en una extensa meseta despoblada y distante del Atlántico, la construcción de Brasilia. El arquitecto Lúcio Costa ganó el concurso para el diseño urbano de la ciudad y, por recomendación del presidente Juscelino Kubitschek, Oscar Niemeyer fue contratado como principal arquitecto de los edificios públicos, administrativos, residenciales y comerciales más importantes de esta nueva capital brasileña.

Oscar Niemeyer y Lúcio Costa

Entre los edificios más emblemáticos proyectados por Niemeyer para Brasilia se encuentran el Palácio da Alvorada, el Congreso Nacional, el Palacio de Itamaraty, la sede del Tribunal Federal supremo, el Palacio del Planalto y la Catedral de Brasilia. De ésta última, por su belleza e importancia en el discurso arquitectónico del siglo XX, comentaré brevemente sus características.   

Palacio da Alvorada

La Catedral de Brasilia representa dignamente una ciudad cuyas características de modernidad y planeación originales la distinguen de cualquier otra ciudad latinoamericana. Esta Catedral está plantada en una base redonda con un diámetro de 70 metros (para darse una idea, la Basílica de Guadalupe tiene 100 metros de diámetro), y la estructura está formada por 16 columnas de concreto, con forma parabólica y con un peso de 90 toneladas cada una, que representan dos manos elevándose al cielo.

La Catedral de Brasilia

Los evangelistas, obra del escultor Dante Croce, de bronce y con 3 metros de altura, se yerguen en la plaza externa de la Catedral como cuatro gigantes que resguardan la Catedral y muestran el camino a la celebración litúrgica. Dentro de la Catedral, custodiando el recinto, flotan tres grandes ángeles suspendidos desde el techo por gruesos cables de acero.

Los espacios de las columnas de concreto están conformados por 16 vitrales, pintados en 1990 por la artista brasileña-francesa Marianne Peretti con distintas gamas de azules, verdes y café que rememoran los colores y figuras abstractas de Matisse.

La Catedral de Brasilia

El altar fue donado por el Papa Paulo VI y el nombre oficial es el de “Catedral Metropolitana Nossa Senhora Aparecida”, en honor a Nuestra Señora Aparecida, patrona de Brasil.

El Altar de la Catedral de Brasilia

Otros trabajos importantes de Oscar Niemeyer, fuera de Brasilia, son el Museo de Arte Contemporáneo en la ciudad de Noterói, en el estado de Río de Janeiro, y realizado a los 100 años de edad del arquitecto; su forma recuerda la de un objeto supersónico no identificado o, más románticamente, el de una flor. El Centro Cultural Internacional Oscar Niemeyer, descrita por su creador como: "Una plaza abierta a todo el mundo, un lugar para la educación, la cultura y la paz", es su único trabajo en España.

Cento Cultural Internacional Oscar Niemeyer
 
En el 2002, en la ciudad de Curitiba al sudeste de Brasil, como anexo a su propio edificio de 1974, agregó un audaz edificio con forma de ojo gigante que conforma el Museo Oscar Niemeyer; las oficinas corporativas de la compañía editora italiana Mondadori cerca de Milán; las oficinas del Partido Comunista Francés; el Casino de Funchal en Madeira; y la sede de la ONU en Nueva York —en colaboración con el legendario Le Corbusier—, son sólo unos cuantos ejemplos de la inmortal obra de Niemeyer.

Cento Cultural Internacional Oscar Niemeyer

Entre muchos reconocimientos que este gran arquitecto recibió se encuentran el Premio Pritzker en 1987, el premio Príncipe de Asturias de las Artes en 1989, títulos de Doctor Honoris Causa de la Universidad de São Paulo y de la Universidad de Minas Gerais, la Royal Gold Medal del Royal Institute of British Architects en 1998, el Premio Unesco 2001, el Premio Imperial Japon en 2004, y el título de Comendador de la Orden Nacional de la Legion de Honor del Gobierno de Francia en 2007.

Cento Cultural Internacional Oscar Niemeyer

El caso de la ciudad de Brasilia, donde Niemeyer quiso crear una urbe en la que por medio de los espacios arquitectónicos todos los hombres pudieran disfrutar de los mismos derechos, posibilidades y medios materiales, fue un intento de cristalizar su afinidad a la doctrina comunista, situación que le acarreó a lo largo de su vida fuertes desencuentros al mismo tiempo que un gran reconocimiento por parte de Rusia, como lo muestra el hecho de haber recibido de manos de Vladímir Putin la Orden de la Amistad en 2007, en el centenario de su nacimiento.

Cento Cultural Internacional Oscar Niemeyer

Su arquitectura curvilínea que evita incansablemente la línea recta, sus innovadores proyectos que retan el presente y sus formas que desafían a los espacios descritos en los textos de ciencia ficción, lo trasforman en un Julio Verne de la arquitectura del siglo XX y, todavía, del XXI. Fue un personaje que definitivamente ayudó a configurar el espacio vivencial de su país; feliz nación hermana cuna de grandes virtuosos del balón, escenario de la samba y la bossa nova, de las playas perpetuas, los carnavales y bailes interminables… el Brasil de hoy no se comprendería sin la intervención arquitectónica de Oscar Niemeyer. Que descanse en paz.

¡Hasta la próxima!


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