Cuando
pensamos en la ciudad de Berlín inmediatamente nos capturan la mente imágenes
que ensombrecen las historia de la humanidad: la primera y segunda guerras
mundiales, el nazismo, el muro de la vergüenza… Sin embargo, en la actualidad, Berlín
es una ciudad que enarbola lo más sublime de la cultura universal, la
diversidad humana, la tolerancia y promoción de la paz, la modernidad
tecnológica y, de manera muy particular, la vanguardia arquitectónica.
Me
trajo a la ciudad de Berlín el lanzamiento de la línea Axor Starck Organic de la marca de
mezcladoras alemanas hansgrohe; pioneros en su ámbito y modelo de calidad
internacional e innovación en sus productos. En esta ocasión abordaré el
contexto que rodeó este evento: la ciudad de Berlín y, en la siguiente
colaboración, desarrollaré el tema de la premier mundial de la nueva colección
diseñada por Philippe Starck de Axor.
Con
la segunda guerra mundial aproximadamente dos terceras partes del centro de
Berlín fueron completamente destruidas. Tras la caída del muro el 9 de noviembre de
1989, y con la reunificación de Alemania en 1990, comenzó una profunda
reconstrucción y renovación de su infraestructura que colocaría a esta ciudad
en el centro de la innovación y progreso arquitectónico del mundo; el Reichstag
(Parlamento)
simboliza, de manera muy sobresaliente, este resurgimiento.
El Reichstag fue diseñado por el arquitecto alemán Paul Wallot y, con muchos trabajos —sobre todo por la construcción de su cúpula original—, fue terminado en 1894.
La segunda guerra lo dejó en estado lamentable y en 1954, por peligrar la estructura, la cúpula fue derrumbada. Fue hasta 1993 que la renovación comenzó; el proyecto, abierto a concurso, fue encomendado al arquitecto británico Sir Norman Foster (Premio Pritzker de Arquitectura 1999). Sin embargo, la famosa cúpula no estaba en el plan original de Foster, idea que surgió, por presiones políticas y no sin falta de gran debate y acusaciones de plagio entre arquitectos, hasta 1995.
En
el año de 1999 la cúpula de cristal transparente, transitable por cualquier
persona que lo desee, y con todas sus bondades de sustentabilidad ecológica,
fue inaugurada. Es importante señalar que la cúpula resalta la idea de que el
“pueblo” está colocado arriba de sus legisladores e, inclusive, por la
transparencia de los espacios, puede “supervisar” que el parlamento cumpla con
su tarea de servir a su país; un excelente acierto de arquitectura
parlamentaria.
El Museo de los Judíos, creación del arquitecto polaco-americano Daniel Libeskind y terminado en 1998, ofrece una retrospectiva de 2000 años de historia de los judíos en Berlín. Este moderno museo tiene como fachada principal un edificio barroco de 1735 que se conecta por un espacio subterráneo al edificio nuevo del museo, el cual representa una estrella de David que ha sido desdoblada de tal manera que sus múltiples esquinas, espacios sin salidas y muros abruptamente cortados, hacen recordar la historia interrumpida y compleja de los judíos en esta ciudad. Toda esta forma extremadamente angular y errática, junto con la narrativa museográfica de los judíos a través de numerosos destierros, segregación y del holocausto mismo, logran crear en el visitante una sensación de inestabilidad y malestar que convierten a este museo en un medio arquitectónico de conciencia humana. Este edificio se extiende, al mismo tiempo, como un rayo de luz que reclama, a su ciudad y al mundo, conocer la historia para nunca repetir el pasado.
El Sony Center, royectado por Helmut Jahn es sede, desde su apertura en el 2000, de las
oficinas centrales en Europa de ese imperio japonés de la electrónica. Los
edificios de cristal que componen este Centro acogen oficinas y viviendas que
confluyen en una plaza central rodeada de tiendas, restaurantes y cines, y está
cubierta por una enorme estructura en forma de carpa piramidal sostenida por
estructuras metálicas de impresionante ingeniería tecnológica. Al pararse al
centro de esta plaza uno no puede evitar preguntarse si esa vista será el
paisaje urbano común en las ciudades del futuro.
Al
realizar un paseo por el río Spree, el afluente principal de Berlín, uno tiene
la sensación de estar navegando por un museo de arquitectura a escala real; se
bordea una insuperable variedad de propuestas arquitectónicas que incluyen
desde la Iglesia de San Nicolás, cuyos primeros indicios se remontan al año
1230 —el edificio más antiguo de la ciudad—, hasta el edificio
Marie-Elisabeth-Lüders del año 2003 y la Estación Principal de 2006.
El
edificio Marie-Elisabeth-Lüders —biblioteca, archivos y servicios científicos
del gobierno—, del arquitecto Stephan Braunfels, está compuesto de dos masivas
secciones divididas por el río Spree que se conectan por medio de un moderno
puente elevado. La Estación Central, o Hauptbanhof, es la terminal de
ferrocarriles más importante de Berlín. Su cuerpo principal, compuesta de una
enorme estructura semicilíndrica, interrumpida por dos grandes cuerpos
rectangulares, y todo cubierto por metal y cristal, provocan en el espectador
la sensación de estar frente a una estación espacial digna de una película de
ciencia ficción.
Diseñado
por Peter Eisenman, como un recuerdo del pasado y advertencia del futuro, se
erigió en el 2005, en un área de casi dos hectáreas —muy cercano al bunker del
Tercer Reich—, el Memorial del Holocausto. Consta de 2,711 losas o estelas
rectangulares de color gris con una base de 2.38 por 0.95 metros, y con alturas
diversas que van desde los 20 centímetros hasta los 4.8 metros —los visitantes
pueden caminar entre estas losas—. Todos los memoriales que se pudieran
construir, todas las disculpas que se pudieran ofrecer, todas las restituciones
materiales que se pudieran procurar, no deben permitir que este vergonzoso
capítulo de la intolerancia humana sea olvidado. De alguna manera, difícil de
describir, este Memorial subraya la necesidad de esta evocación histórica.
La belleza de su avenida principal Unter den Linden, el inigualable jardín central Tiergarten, sus extraordinarios museos, la exquisita y cosmopolita variedad culinaria de sus restaurantes de alta cocina, la Universidad von Humbolt —en cuyas aulas han sido educados y enseñado 29 Premios Nobel, entre ellos Albert Einstein—, y el inigualable mosaico de propuestas arquitectónicas del barroco, el neoclasicismo, la Bauhaus y, muy especialmente, de la vanguardia internacional, convierten a la ciudad de Berlín en una excelente muestra de lo que el trabajo continuo y arduo, el cuidado de los detalles, y la pasión por alcanzar los sueños más preciados, son capaces de lograr para reinventarse, como ave fénix, después de las más grandes adversidades.
¡Hasta
la próxima!
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por tus comentarios