domingo, 3 de junio de 2012

Crónica de una entrega anunciada

“El trabajo hecho con gusto y con amor, siempre es una creación original y única” Roberto Sapriza

Soy una apasionada del interiorismo. Mi vocación es una profesión fascinante. Disfruto enormemente todo el trabajo que conlleva lograr un buen diseño: conocer el lugar, los espacios y a sus moradores, comprender que esperan y lo que sueñan, trabajar en conjunto para proyectar una casa que sea ideal; es un compromiso muy serio y una oportunidad invaluable de poder colaborar y ayudar a las personas.

Cuando me involucro en un proyecto, sueño con todas las posibilidades de crear espacios que sean verdaderamente asombrosos. Para llegar a esto, se necesita que los futuros usuarios confíen en mí y en mi equipo. Es necesario hacer un proyecto en conjunto, trabajar de la mano y definir la distribución del mobiliario, los diseños, las dimensiones de las cosas, modelos, materiales, colores y, sobre todo, el concepto.

Debido a que el espacio ha sido diseñado para unas personas específicas, aún con el último mueble o accesorio colocado, y el último color “pintado”, es hasta que la casa es entregada a los clientes que todo el proyecto verdaderamente termina: el diseño adquiere significación plena hasta que sus moradores toman posesión del lugar.

Un diseño de interiores, por más completo y hermoso que parezca, sin la vivencia de sus habitantes seguirá siendo incompleto.

Organizar una entrega con montaje de toda una casa es una tarea compleja y divertida, llena de sorpresas en el camino.

El domingo pasado iniciamos la cargada de los camiones que saldrían, por la noche, con todas las piezas del montaje programado para el lunes temprano, con la idea de hacer la entrega formal el martes por la tarde.

Generalmente, un día antes de hacer un montaje la cabeza no me para; hago listas escritas y mentales, repaso una y otra vez todos los espacios, lo que tengo que llevar, imagino cómo lo voy a poner, cuál quiero que sea el resultado, y cómo me gustaría sorprender a mis clientes.

El lunes, a las 8:00 a.m., ya voy en camino al aeropuerto junto con Sandra y Ceci—dos diseñadoras excelentes de mi equipo—. Nervios naturales por el tráfico y por llegar puntuales. De camino repaso el itinerario de todo lo que hay que hacer.

A las 9:20 a.m. llegamos al aeropuerto —la cita era 9:15—. Pasamos a la sala de espera y nos indican que el avión no tardará en llegar. Nos relajamos, tomamos una fruta y esperamos; pasa el tiempo y sospecho que algo raro ocurre, pregunto y efectivamente, ¡estábamos en otra sala! Amablemente nos indican cómo llegar a la correcta. Llegamos a las 9:50, solamente 35 minutos tarde… vergonzoso, que despiste. Sin embargo, nos comunican que otro pasajero volaría con nosotros, y venía más retrasado.

Tenemos que reajustar los tiempos: cada segundo cuenta. Desde el teléfono, coordino que empiecen a trabajar las personas que llegaron a la casa desde la madrugada y comienzo a dar instrucciones.

10:35 a.m. Por fin despegamos y ya traemos unas hora y media de retraso, pero tenemos un vuelo placentero con una agradable compañía y una plática muy interesante y enriquecedora.

Finalmente, a medio día, ya estamos en la casa con todas las ganas de hacer bien la “chamba”. Al entrar, nos llevamos una gran sorpresa: en teoría la casa ya estaba terminada, perfectamente limpia y lista para hacer el montaje, pero las cosas no estaban como esperábamos. No es la primera vez que nos pasa y sabemos lo que implica.

12:15 p.m. Una vez superado el “shock”, y ya en acción, me doy cuenta que no hay una sola lámpara o foco instalado: sólo hay hoyos y no encuentro a ningún eléctrico, por lo que empiezo a visualizar que no podremos trabajar hasta muy tarde, pues sin luz sería prácticamente imposible seguir.

4:35 p.m. Empezamos a ver espacios armados y con buena pinta. Este es un momento conmovedor pues es cuando se comienzan a materializar los diseños y las creaciones en realidades tangibles; es verdaderamente emocionante, a tal grado que dan las 5:30 y me percato que no hemos comido nada y, por si no fuera suficiente, hace un calor penetrante.

7:30 p.m. Empieza a bajar el sol y nos falta bastante; no llevamos ni la mitad de los espacios. Intento acelerar al equipo para poder cumplir aunque sea con la tercera parte de lo programado para el día. Me planteo acabar hasta que nos quedemos sin luz natural.

9:30 p.m. Salimos de la casa rumbo al hotel, pero antes paso a una tienda por varias cosas que nos hacen falta.

11:25 p.m. Llegamos al hotel sin cenar, agotadas pero felices por cómo va quedando todo. Aún así, decidimos llegar al día siguiente temprano a la casa.

12:35 a.m. Después de contestar varios correos, hacer la lista de los pendientes del día siguiente y de un buen regaderazo, me acuesto. Evidentemente, no puedo dejar de pensar en cada espacio, en los colores, los materiales, la distribución… seguramente soñé con la casa.

El martes, a las 7:30 a.m,  salimos del hotel, decido no desayunar para ahorrar tiempo y poder regresar a México ese mismo día; mala decisión, pues a pesar de haber comenzado temprano, al llegar vemos que lo que ya habíamos dejado listo el día anterior, una vez más estaba desordenado y mal acomodado pues seguimos con personal de albañilería y técnicos que nos complican nuestra labor.

6:00 p.m. Tomo la decisión de quedarnos un día más para poder terminar bien el montaje.  La idea es regresar al siguiente día temprano.

7:00 p.m. Seguimos avanzando: los muebles prácticamente están todos instalados, hemos cambiado colores en muros, colocado cuadros, accesorios, seleccionado los tapetes, ido una y otra vez por pintura y material, hemos intervenido varias piezas, las persianas ya están puestas, pero el sol empieza a bajar y aún queda mucho por hacer.

8:30 p.m. Se empieza a vislumbrar el resultado y la creatividad se estimula, se me siguen ocurriendo ideas para que las cosas queden mejor; esto supone más tiempo.

10:30 p.m. Llegamos cansadas y hambrientas al hotel pensando en lo que cenaríamos. Lo divertido es que al llegar nos dicen que no hay habitación —no estaba previsto que nos quedaríamos esa noche—. Amablemente nos reservan en otro; llegamos y ¡ ya no había servicio de restaurante!
12.30 a.m. Me duermo y sigo pensando en cada detalle que va quedando en la casa…

7:30 a.m. El miércoles comenzamos muy bien el día: desayunamos bien, vamos nuevamente al vivero a comprar más plantas y flores, y diseñamos un jardín para las niñas en su terraza —me urge verlo terminado—.

10:30 a.m. Ya va adquiriendo forma el concepto original, pero siguen faltando muros por pintar, lámparas que instalar y dar los últimos detalles a cada espacio.

11:00 a.m. No me puedo ir sin dejar las cosas terminadas y detalladas. Trabajamos con la máxima intensidad para poder hacer un recorrido con todo listo con los dueños de la casa.

1:00 p.m. Lo más emocionante de todo el esfuerzo y el desgaste para que queden bien las cosas, es ver la cara de emoción de los futuros usuarios al recorrer su casa ya lista para ser habitada. Por mucho, es la mejor parte del trabajo.

Es por esto que adoro lo que hago, es la mejor recompensa que puede haber: descubrir esa mirada cómplice entre una pareja enamorada, que tiene toda la ilusión de vivir y disfrutar cada espacio en compañía de su familia, que saben que en este lugar vivirán momentos entrañables y felices, que se emocionan al ver que sus sueños se han hecho realidad.

2:45 p.m. Es un enorme placer comprobar que el trabajo que he realizado ha valido la pena, lo que no sería posible sin el maravilloso equipo de personas que me apoyan incondicionalmente, a pesar de las pocas comidas y largas jornadas laborales…

4:30 p.m. Ya en el avión, tengo la fortuna de volar en la cabina. Aunque había planeado escribir esta reseña durante el vuelo de regreso, las constantes turbulencias me lo han impedido y lo que me queda es disfrutar de unas vistas privilegiadas.

A las 2:15 de la madrugada del jueves, con la satisfacción de haber cumplido y el corazón alegre por haberlo logrado, me dispongo irme a la cama. Me viene a la mente una frase de la Madre Teresa de Calcuta: “No puedo parar de trabajar. Tendré toda la eternidad para descansar.” Definitivamente, ¡vale la pena!

Hasta la próxima,

1 comentario:

  1. Ay Mariangel, qué relato tan emotivo y emocionante!!!! Muchas gracias por compartirlo... Siempre vemos en los programas lo que sucede cuando los dueños encuentran su casa transformada, pero poco se cuenta sobre cómo el diseñador vive el proceso... hermoso!

    Feliz fin de semana!

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